jueves, 20 de junio de 2013

Psicoanálisis y Psicodrama

En este artículo, Silvia Monzón enriquece  los factores terapéuticos y las leyes del proceso psicoanalítico, sistemátizados por Pedro F.-Villamarzo, con elementos e ideas del psicodrama. Una conciliación estimulante e innovadora.

Título: “El pensamiento psicoanalítico en la escena psicodramática”.
Silvia Monzón Reviejo.
Escuela de Psicoterapia y Psicodrama
C/ Martín de los Heros 53, 1 Dcha. 28008 Madrid. 91 559 11 11.
Silvia_monzon@hotmail.com

RESUMEN
Este trabajo corresponde a un intento de reflexión y aprendizaje de mi experiencia terapéutica a partir de la formación psicoanalítica y las supervisiones recibidas en el “Oskar Pfister”, de la laboriosa y exhaustiva posición teórica-técnica de Pedro F.-Villamarzo y del simultáneo enriquecimiento con otras escuelas, en mi caso, con la modalidad psicodramática denominada psicoterapia psicodramática bipersonal.
Mi intención no es otra que compartir algunas ideas de cómo utilizar y engranar ambas disciplinas, sin desvirtuar el proceso analítico que se desarrolla en la relación terapéutica, cuando nos encontramos en otras situaciones que la estrictamente psicoanalítica.

Palabras Clave:
Proceso Psicoanalítico
Psicoterapia Psicodramática Bipersonal


1. Introducción
Observando que los beneficios y la complementariedad operativa cuando se trabaja con ambas escuelas, psicodrama y psicoanálisis, son realmente enriquecedores y productivos, me ha llevado a realizar un estudio sobre cómo conservar los postulados fundamentales psicoanalíticos, sin desvirtuar ambas escuelas y teniendo en cuenta las particularidades propias de cada una de ellas. Con la psicoterapia psicodramática bipersonal, he encontrado la posibilidad de que los pacientes puedan vivenciar y enriquecerse de otras experiencias terapéuticas analíticas, cuando estamos fuera de esas circunstancias precisas que se requieren para hacer una psicoterapia psicoanalítica y una cura-tipo.
Mi modo de unificar estos dos modelos, parte de considerar y organizar su “Complementariedad". Se trata de que se organice en un modelo unificado que integre partiendo desde una posición rigurosa y no rígida, donde la intervención y las modificaciones técnicas sólo tienen cabida desde una sustentación teórica común.

2. La psicoterapia psicodramática bipersonal

Creada por Dalmiro Manuel Bustos y desarrollada en España desde la Escuela de Psicoterapia y Psicodrama de Madrid, siendo su precursor Teodoro Herranz Castillo, se designa como psicoterapia psicodramática bipersonal al abordaje terapéutico que tiene su origen en el psicodrama pero que no se sirve de yoes-auxiliares y atiende a un solo paciente cada vez, creando así una relación bipersonal, o sea, un paciente y un terapeuta (Cuckier, 1992). Este modo de hacer psicoterapia, corresponde a una modalidad dentro del Psicodrama en coherencia con muchos postulados de Moreno, su fundador, pero donde alternamos el uso de técnicas verbales con técnicas dramáticas y lo que se retiene de los fenómenos observables lo comprendemos gracias al pensamiento analítico. Las bases teóricas en las que se fundamenta el psicodrama bipersonal se apoya en las leyes del psicoanálisis.
La psicoterapia psicodramática bipersonal no es una psicoterapia activa, parte de una disposición –setting terapéutico- dirigida a rematrizar las carencias básicas de los sujetos en sus relaciones primarias. T. Herranz (1999) explica que en las dramatizaciones, el paciente es el único protagonista, el terapeuta permanece junto al paciente en su rol, ejerciendo una función anaclítica. El paciente va a trabajar con sus personajes internos, desempeñando él todos los roles (monodrama o autodrama). Es un tratamiento regresivo que tiene por objetivo elaborar las heridas más profundas en la biografía del paciente. Se trata de un proceso en, no una terapia de actos aislados, donde la relación paciente-terapeuta es el elemento fundamental de cambio en el tratamiento, de tal modo que los elementos transferenciales y contratransferenciales son imprescindibles para que se produzcan cambios en el paciente.
Este modo de hacer psicoterapia, presenta un doble espacio de representación: icónico y simbólico. El psicoanálisis utiliza el lenguaje como significante que permite el acceso a los contenidos inconscientes. En psicodrama hay dos ejes terapéuticos que actúan como significantes para llegar a los contenidos menos conscientes: el icónico, fundamento del psicodrama, donde la representación actúa como significante; y el simbólico, el verbal, común al Psicoanálisis. Freud diferenciaba entre representaciones verbales, necesarias para el proceso secundario, y representaciones de cosa, que no se pueden expresar con palabras, son imágenes donde el psicodrama a través de las escenas, que son imágenes internas del sujeto, tiene la posibilidad de acceder al sentimiento, a lo escondido del mismo modo o de un modo más rápido que con palabras y donde ese proceso no excluye lo verbal como elemento organizador y de comprensión de la situación vivida (Herranz, 1999).
En el espacio icónico de la representación, próximo a lo que Winnicott llamó “área transicional”, utilizamos las técnicas psicodramáticas adecuadas para trabajar y facilitar que aparezcan las resistencias, los afectos, las fantasías temidas, los personajes internos o las escenas en la biografía del paciente y lo simbolizamos a través de objetos, como por ejemplo cojines, elementos discretos, que de una manera simbólica, se
puedan transformar en un personaje. Son imágenes que el paciente visualiza y representa frente a él.
El segundo eje es el simbólico, que corresponde al lenguaje y técnicas verbales. El espacio verbal es en posición sentada y es una situación cercana a la psicoanalítica. La escucha analítica es posible, ya que aunque no se encuentran tumbados, no están frente a frente y el terapeuta se puede concentrar en los aspectos de la relación entre su propio preconsciente y el del paciente.
Desde este posicionamiento, ambos ejes son caminos terapéuticos complementarios y no están en oposición. El objetivo último de ambos ejes es abrir una puerta al orden simbólico. Nuestro trabajo consiste en seleccionar la vía de comunicación de mayor riqueza potencial en un momento dado. De esta manera, el eje icónico de la representación y de las técnicas psicodramáticas no deben ser entendidas como técnicas activas en el sentido de satisfacer la demanda del paciente o de establecer prohibiciones impositivas (Ej. imponer fantasías forzadas, prohibición de mantenerse en fantasías defensivas, exposición a situaciones fóbicas etc.) y menos confundirlo y descontextualizarlo entendiéndolas como un acting o conducta motora defensiva.
El nivel icónico de la representación es un instrumento de intervención utilizado como forma de acceder al conflicto, para luego poder vehicularlo a través de lo simbólico. En la dramatización el objetivo es la expresión de la emoción con fines a la integración, a la elaboración, no a la descarga impulsiva.
En lo relativo a respetar el contexto referencial freudiano, apoyándome en los supuestos básicos que permiten que nos encontremos en una situación coherentemente freudiana, partiendo del libro de Pedro titulado Sándor Ferenczi. La cuestión de las “variaciones técnicas” (2002) en lo que a la psicoterapia psicodramática bipersonal se refiere, no es una psicoterapia basada en la sugestión, se corresponde con el carácter etiológico de todo tipo de tratamiento psicoanalítico, en el sentido de que es un tratamiento que pretende resolver –a niveles más profundos posibles- la causa del conflicto desde su misma raíz. Se atiene a las leyes de la libre asociación y la ley de la abstinencia, en la medida que no se gratifica la pulsión del paciente quedando una energía libre sin descargar y a disposición de los propósitos de la cura. Se trata de decirlo todo igualmente y de evitar y trabajar los acting, aunque las vías para llegar a ello se basen también en otros medios de representación y expresión que no sean tumbados y en estado de relajación. Igualmente desde el silencio, como nos transmitió Ferenczi, también se vehicula en muchos momentos la comprensión a lo simbólico de un conflicto.
La dramatización se utiliza como una opción muy interesante para poder llevar a cabo las dos leyes y como un medio para su posterior análisis. Su función es económica, para movilizar lo energético pulsional, y estructural, para llegar a los núcleos primitivos más dañados. El paciente relata por la libre asociación el tema que le angustie, donde investigamos el contenido latente. El relato que se construye para una escucha, es en este terreno donde psicodrama y psicoanálisis encuentran su máxima aproximación.
También se respeta la neutralidad benévola del analista, la atención flotante y la actividad interpretativa. En relación a los objetivos de la contratransferencia parten de la necesidad de adecuado control de la misma y de ponerla al servicio de la cura.

3. El proceso psicoanalítico como esquema sistematizador en Psicodrama. Estructura y fases del proceso psicoanalítico en la Psicoterapia Psicodramática Bipersonal.

Por medio del proceso analítico la psicoterapia psicodramática bipersonal, aunque con sus particularidades técnicas, es como va conduciendo el trabajo de las escenas. Este proceso, así como sus fases y las dinámicas interpersonales e intersubjetivas que lo recorren, permiten al modelo psicodramático operativizar en escenas los conflictos intrapsíquicos e interpersonales como elemento facilitador y catalizador de las intervenciones, donde las técnicas psicodramáticas se insertan al proceso analítico.
Siguiendo la estructura básica del proceso psicoanalítico y apoyándonos en las ideas expuestas por Pedro Villamarzo (Pág.4, Vol. IV, 1987) comenzamos con el estudio clínico y psicodiagnóstico y con la estructura básica del proceso: encuadre y contrato de trabajo, la iniciación al tratamiento, la alianza terapéutica, el manejo de las resistencias y la instauración, restauración y liquidación de la transferencia. Cada una de estas fases presenta sus similitudes, particularidades, limitaciones y diferencias con respecto a la situación psicoanalítica propiamente dicha:
El encuadre, contrato de trabajo, la iniciación al tratamiento y el establecimiento de alianza terapéutica de la situación psicoanalítica y del psicodrama tienen puntos comunes en cuanto a las constantes esenciales: horarios fijos, ritmo y tiempo de sesiones, honorarios, interrupciones por vacaciones, tiempo de instauración de la alianza terapéutica y momento de aplicación de las intervenciones no interpretativas. También se lleva a cabo, sólo en casos necesarios, la aplicación de las intervenciones activas en el sentido de limitar o prohibir determinadas conductas que peligren el tratamiento como por ejemplo el riesgo de suicidio.
Las intervenciones no interpretativas, se utilizarán a lo largo del tratamiento cuando sea necesario aclarar alguna situación confusa y favorecer el proceso analítico. Será con las intervenciones interpretativas y con las dramatizaciones como se hará posible hacer consciente lo inconsciente y que se produzca el insight y el restablecimiento de las conexiones perdidas, organizar cada una de las fantasías vinculadas a cada una de las etapas libidinales y reconstruir las vivencias afectivas, objetivo último de la interpretación.
De esta manera, es por medio de la interpretación verbal pero aplicándola en los dos espacios, icónico y simbólico, como se lleva a cabo y donde debemos conseguir que incidan los tres factores terapéuticos a través de los cuales se va a producir el cambio: la regresión, la transferencia y la elaboración (Villamarzo, 1987, pag.91):
Las resistencias. La diferencia son las técnicas psicodramáticas aplicadas a la hora de abordar las resistencias, pero la comprensión y el proceso psicoterapéutico es el mismo. Todas las resistencias que aparezcan pueden ser interpretadas y elaboradas.
El trabajo de las resistencias se realiza verbalmente y de forma complementaria desde la escena. En muchas ocasiones hay fuertes resistencias verbales y/o el paciente está racionalizando encontrando en las técnicas psicodramáticas una posibilidad para acceder al conflicto a fin de posibilitar el abordaje y la elaboración de contenidos traumáticos ocultos y, por lo mismo, reprimidos. Se trata de un desmontaje gradual de todo tipo de resistencias, no siendo de contenidos prioritariamente y no se busca analizar sólo las defensas, sino profundizar en sus contenidos, no se trata de una psicoterapia breve. Se procede al análisis de resistencias antes que el contenido, el yo antes que el ello, empezando por la superficie. Entendemos que no tiene sentido descubrir lo reprimido para que se halle con las mismas fuerzas defensivas que ya lo reprimieron antes.
El primer paso al mostrar las resistencias del paciente es la clara identificación y expresión de la manera que evita la situación (Blatner, 1973). La resistencia, al cumplir una función protectora, lo que hacemos es utilizar diferentes técnicas que nos lleven a identificar qué teme el paciente y a dilucidar la naturaleza de esa resistencia. Por ejemplo, podemos recurrir a la simbolización de lo corporal como vía de acceso al sentimiento omitido, excluido o temido cuando no es capaz de reconocerlo por la expresión verbal. También utilizamos la técnica de la concretización1 (Bustos, 1992) representando la resistencia a través de un personaje simbólico que va construyendo el paciente por libre asociación, para en un segundo lugar, aplicar un cambio de rol con este personaje simbolizado que representa la resistencia. Cuando se le coloca al paciente en el lugar del personaje que ha construido y se le pregunta cuándo apareció, para qué o en qué momentos aparece y cuáles son los mensajes que le transmite, la función es que reconozca el carácter defensivo del mismo.
Otra modalidad técnica para trabajar las defensas es a través de personajes internos que representen polos opuestos. Por ejemplo, para integrar las partes escindidas utilizamos la técnica de los polos donde representamos a través de dos objetos simbólicos cada polo. (Ejemplo: todo-nada, agresivo-cariñoso, no necesito a nadie-necesito todo). A continuación debe haber una comunicación entre ambos polos y para llevarlo a cabo le preguntamos quién creó a quien, (el agresivo al cariñoso, o el que necesitaba todo al que no necesitaba a nadie), para qué creó el otro polo, cuándo apareció el primero y cuándo el segundo y para qué le servía.
Cuando el paciente descubre porqué y a qué se resiste, de qué se defiende, a qué tiene miedo o para qué lo hace, es un comienzo donde existen nuevos caminos para resolver las dificultades, se ve ante un nuevo mundo de posibilidades asequibles a su yo.

4.La técnica de la concretización consiste en dar una estructura concreta a sentimientos, miedos, resistencias, proyectándolos a través de la representación de un personaje.

El espacio psicodramático también es facilitador para trabajar determinados síntomas egosíntónicos y que vayan tomando conciencia de sus dificultades sin tener que utilizar la interpretación y que aumente la defensa. Siguiendo el caso de una paciente con cortes en los brazos, en el espacio simbólico psicodramático del “como sí”, la pido que ponga palabras a los cortes. Los mensajes verbalizados son los siguientes: “No te integras con los demás compañeros, se meten contigo”. Tras preguntarla los sentimientos que afloran con sus compañeros y la dificultad que tiene para identificarlos, se aplica una intervención de reflejo, devolviéndole lo que podría sentir.
Cómo última opción, si aún así siguen existiendo dificultades para identificar la emoción que lleva a la conducta que no sabe identificar, se le puede ofrecer diferentes emociones en abanico. Es una manera útil y facilitadora para comenzar a expresar verbalmente emociones y poner palabras a los actos. A continuación, la invito a que en vez de cortarse mire a ver si la gustaría decirles algo a sus compañeros representados simbólicamente, en el aquí y ahora de la sesión. Una vez terminada la dramatización, se pasa a ver cuáles son las dificultades y los miedos que le impiden enfrentarse a las situaciones.
El síntoma, en este caso los cortes, se puede también simbolizar a través de un personaje que va dando forma. En este mismo caso, tras hacer un cambio de roles con el personaje, se le pide que se imagine qué miedos aparecen si dejara de cortarse en su vida. Tras realizar este ejercicio psicodramático con la paciente, expresa que si dejara de cortarse se deprimiría y se enfadaría mucho con ella misma y con los demás, no la gusta cómo es.
El objetivo de las técnicas psicodramáticas es acercarnos lo máximo posible a las interpretaciones estructurales y resistenciales y no tanto a las interpretaciones dinámicas y de contenido. Se trata de que el paciente vaya descubriendo por sí sólo los contenidos y en no realizar interpretaciones de contenido muy prematuramente, analizar antes las resistencias y vencerlas a priori de realizar cualquier tipo de interpretación. Será poco a poco, a través de la interpretación, como se vaya eliminando las resistencias. Ya llegará el momento en el que se le puede interpretar las interrelaciones de sus personajes, de sus vínculos internos.
La regresión. En psicoanálisis, la frustración es instrumentada para que se produzca la regresión, en psicoterapia psicodramática bipersonal abordamos la regresión de dos maneras: a través de la frustración, de la no satisfacción de objetivos fantaseados que debe ser interpretada, similar al modelo psicoanalítico y mediante la escenificación de la situación a trabajar, donde se recurre a diferentes técnicas para lograr que el paciente reviva hechos infantiles traumáticos sin recurrir a la frustración. Por ejemplo, si el paciente presenta resistencias dinámicas a la regresión, se pueden utilizar ambas vías –simbólica e icónica-. Si la simbólica, común a la psicoterapia psicoanalítica, presenta más dificultades, se opta por la icónica. Si el paciente funciona mejor con la icónica se
accede directamente a utilizar la técnica psicodramática encaminada a reconocer la naturaleza de la resistencia.
A través de las técnicas psicodramáticas se le pide que se imagine qué dificultades aparecen para hacerse cargo de esos sentimientos. En primer lugar se le puede señalar que parece que existen dificultades para enfrentarse con determinadas vivencias infantiles suyas, para a continuación pedirle que mire a ver qué miedos aparecen, que imágenes dificultan o qué sucede ante la posibilidad de mirar para atrás y que vea cuál es su reacción al respecto.
Concluyendo, el paciente es el que extrae el contenido de esa resistencia o la naturaleza de la resistencia que le impide recordar y el objetivo es eliminar esa resistencia y traer a la conciencia ideas, recuerdos, fantasías donde se va facilitando la disposición afectiva regresiva. No se trata de regresarlo masivamente, en función del momento de su proceso analítico en el que se encuentre, la regresión cada vez va llegando hasta las etapas pregenitales donde lo revive en sesión con el terapeuta. El ritmo viene marcado por la disposición emocional que se va contribuyendo entre paciente y terapeuta y a través del espacio dramático tenemos la posibilidad de no interpretar indirectamente el contenido regresivo al que se resiste a llegar.
La transferencia. El manejo de la transferencia en psicoterapia psicodramática bipersonal no se lleva a cabo provocando una situación transferencial, no se basa en favorecer la neurosis de transferencia, puesto que no puede basarse únicamente en el análisis de la transferencia -no dispone de las condiciones adecuadas para hacerlo- siendo en esta parte técnica donde más se alejan ambas escuelas.
La transferencia se usa en primer lugar, para captar el vínculo que nuestro paciente establece con nosotros y así poder conocer el tipo de relación que ha internalizado con sus figuras originales. En segundo lugar, su conocimiento y manejo nos sirve para poder vislumbrar las partes vinculares sanas reales y reparar aquellas partes que están dañadas y que repite con nosotros. En tercer lugar, se utiliza como una herramienta para acceder a través de ella y poder modificar las relaciones originales a través de la figura del terapeuta, restablecer una correcta percepción de la realidad y de las relaciones con el otro.
Nuestro objetivo es indagar en esas situaciones con el fin de rescatar las partes del yo y de energía psíquica fijadas al pasado. La transferencia puede ser elaborada en forma dramática o verbal. El camino será aquel que nos ayude más profundamente a comprender el conflicto. Dependerá de la calidad y de la cantidad de depositación y del momento de la sesión en que se da.
Cuando los sentimientos proyectados son masivos y se dan al principio de una sesión, se impone la dramatización que puede terminar con la corrección de la percepción, cuando las depositaciones son más dinámicas, pasan de una a otra persona y no son tan rápidamente localizables se preferiría la vía verbal. El revivir en la
transferencia es complementado por el revivir del escenario psicodramático, con la ventaja de que todo lo producido proviene del paciente mismo (Bustos, 1975).
Recorriendo el camino que nos lleva desde las técnicas verbales al espacio psicodramático, valga como un breve ejemplo el de una paciente con trastorno límite de la personalidad. Con esta paciente invitándola a que viera cuál era el temor de una de las resistencias a continuar el tratamiento, donde me colocaba en la representación de una “mala madre”, expresaba que tenía mucho miedo a que no le comprendiera, a que no le quisiera, a que la abandonara como su madre, llevándole hacia las situaciones que le hicieron sentirse de esa manera con las figuras originales. Es una intervención donde ya podemos acceder a las escenas para trabajarlas psicodramaticamente, con las personas, el tiempo y el lugar determinado.
En relación a las interpretaciones que se pueden realizan, son interpretaciones de resistencias dinámicas, apuntamos a las dificultades de entregarse a la rememoración y a la elaboración de las situaciones infantiles fijadas, al entonces y allí, hacemos interpretaciones genéticas.
La elaboración. Cerrar las heridas que se han ido agravando a lo largo de la historia del paciente se finaliza a través de la elaboración y restauración en Psicoanálisis, también denominado en Psicodrama, catarsis de integración con fines a la elaboración. En ambos, la elaboración psíquica debe ser desde lo sentido y comprender desde la lógica lo vivido.
En psicoterapia psicodramática bipersonal, la elaboración también se lleva a cabo por ambas vías, dramática y verbal y ambas nos aportan perspectivas diferentes. Bustos (1975) explica como la elaboración dramática nos permite acceder al conflicto inicial, rastrearlo hasta sus comienzos y comprenderlo de forma global. La elaboración verbal nos da la posibilidad de análisis detallado, llegando a niveles profundos de acción. El efecto dramático desde el punto de vista terapéutico es liberador, sintetizador y totalizador, nos reúne con la esencia y la totalidad. El efecto verbal es analítico, desmenuza y accede a matices que en la representación se pasaría por alto. Los cambios cualitativos fundamentales ocurren la mayoría de las veces en la acción dramática, pero los cambios cuantitativos posteriores a la dramatización devienen de la elaboración verbal, sin ella puede perderse cantidad de situaciones que se plantean a partir de las dramatizaciones.
El objetivo es utilizar las interpretaciones de apoyo para ir solventando las resistencias a la restauración. Por ejemplo, vamos señalando las dificultades que tenga para decirse cosas buenas, o la resistencia para cuidarse a sí misma, ser buena madre consigo misma o para darse derechos, según sea la naturaleza de las resistencias. En un segundo lugar utilizamos intervenciones de apoyo en el espacio psicodramático utilizando la técnica del espejo. Por ejemplo, si las resistencias son a darse derechos a sí misma, esta técnica consiste en colocar mediante un objeto simbólico que la represente a sí misma, en proyectarse a través de un objeto y pedirles que se observen así mismos, desde fuera, como si fuesen observadores externos, para a continuación, que mire a ver
si puede darse derechos y que los verbalice, para en último lugar, realizar un cambio de rol y reforzar la vivencia de incorporación de esos mensajes.
Finalizando, una vez cubierta la fase restauradora, se impone la liquidación de la transferencia. El objetivo final en ambas escuelas conlleva la internalización de lo vivido por el terapeuta donde la dependencia ligada a la restauración se irá constituyendo por un camino real reparador, donde el paciente inicia su nueva andadura, en la realidad, de la mano de su nuevo modo de sentirla (Herranz, 1999).
Para llegar a este último objetivo, utilizamos las interpretaciones genéticas donde denunciamos la “falsa conexión” que ha establecido entre nosotros y sus figuras infantiles. De esta manera le reenviamos al origen y liquidamos gradualmente la transferencia que haya establecido con nosotros.

5. A modo de elaboración e integración

En este trabajo he tratado de mostrar un primer acercamiento de cómo se pueden enriquecer ambas escuelas así como nuestros pacientes, cuando no es posible aplicar determinados encuadres psicoanalíticos y de cómo trabajar con la psicoterapia psicodramática bipersonal partiendo de la estructura y fases del proceso psicoanalítico, sin desvirtuar el proceso analítico que se desarrolla en la situación psicodramática.
Finalmente, desde este intento de sustentación teórica común, de respeto, cariño e interés del trabajo psicoterapéutico que realizo con ambas escuelas, me gustaría terminar este trabajo desde una posición de encuentro citando a Winnicott, donde partimos de crear una situación en el paciente, una nueva manera de relacionarse que le permita ser, dentro de esa situación proponerle que vivencie experiencias que lo llevan a sentir, engranar en él un trabajo psíquico de simbolización, a fin de conocer el sentido y el alcance de lo que siente, a través de la relación de encuentro paciente-terapeuta.
Ser, sentir y conocer, tres conceptos inspirados en Winnicott, tres niveles que operan en psicoanálisis y psicodrama, o en palabras psicodramáticas, vivir, sentir y actuar de un modo diferente y sentirse capaz de hacerlo.

BIBLIOGRAFIA

Blatner, A (1996) El Psicodrama en la práctica, Ed. Pax México, Méjico, 2005.
Bustos, D (1975) Psicoterapia Psicodramática. Acción más palabra, Ed. Paidós, Buenos Aires.
Bustos, D (1985) Nuevos rumbos en Psicoterapia Psicodramática. Individual, parejas y grupo en función social, Ed. Momento, La plata.
Herranz, T (1999) Psicoterapia Psicodramática individual, Ed. Desclée De Brouwer, Bilbao.
Etchegoyen, H. (1986) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica, Ed. Amorrortu, Buenos Aires, 2002.
Ferenczi, S. (1930) Principio de Relajación y neocatarsis, en: Obras Completas IV, Ed. Espasa Calpe, Madrid, 1981.
Valiente, D (1995) Psicodrama y Psicoanálisis, Ed. Fundamentos, Madrid.
Villamarzo, P. (2002) Sándor Ferenczi. La cuestión de las “variaciones técnicas” en: Psicoterapia psicoanalítica, Ed. Universa Terra, Salamanca.
Villamarzo, P. (1999) Actualidad de Sigmund Freud. Madrid, Ediciones Académicas.
Villamarzo, P (1987)Curso general de técnica psicoanalítica. Vol. I,II,III,IV y V, Ed. Instituto superior de estudios freudianos Oskar Pfister, Salamanca.
Utrilla, M. (1991) El Psicodrama Psicoanalítico de un niño asmático, Ed. Biblioteca Nueva, Madrid.

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